jueves, 26 de febrero de 2015

TESORO INVISIBLE DEL OCÉANO

Los microbios marinos tienen aplicaciones médicas, industriales y cosméticas

La ONU intenta poner orden y frenar la biopiratería mientras crece el numero de patentes


Los alucinantes misterios de las profundidades marinas han resultado ser mucho más pequeños que los calamares gigantes que imaginó Julio Verne. Muchísimo más. De hecho, son microbios los que esconden promesas de una riqueza incalculable. Sus genes, donde se han hallado ya secretos para combatir enfermedades o para hacer mejores biocombustibles, han desatado una carrera formidable en la que se entremezclan el afán científico, el desarrollo empresarial a través de patentes y los principios éticos que cuestionan el aprovechamiento privado de recursos colectivos.

Las posibilidades son brutales. Por ejemplo, si un científico millonario agarra su yate, se va al mar de los Sargazos, cerca de las Bermudas, y echa un tubo al agua para absorber, a bulto, una muestra de todo lo que haya, puede llegar a encontrar más de un millón de nuevos genes. Esto es lo que hizo Craig Venter (uno de los padres del genoma humano) en 2003, en un proyecto piloto que luego ha dado lugar a dos grandes expediciones en busca de la diversidad de los océanos. Eso no quiere decir que todo hallazgo sirva para algo concreto o tenga utilidad comercial y, de hecho, las previsiones más entusiastas sobre este nuevo oro azul chocan con el escepticismo de algunos expertos. Pero sí dispara las expectativas.

No se puede patentar un ser vivo, pero sí aquella molécula, secuencia genética o enzima que le permite al bichito en cuestión, por ejemplo, aguantar en condiciones extremas (en muy bajas temperaturas, muy altas o en condiciones muy específicas) y que, después de un proceso de filtrado y mejora, a veces combinado con otros productos, también sirve para hacer biocombustibles de etanol más eficientes a partir de maíz, mejores cremas para el sol o fármacos contra el cáncer. El creciente mercado de la biotecnología marina movía en 2010 unos 2.800 millones de euros.

Pero hay pocos países con la capacidad tecnológica para aprovecharlo. En 2009, el 70% de las solicitudes de patentes procedentes del mar se concentraba en Estados Unidos, Alemania y Japón. Se trata, por tanto, de una materia prima casi invisible, lo que lo convierte en terreno abonado para la biopiratería. Esta consiste en hacerse con el recurso marino sin permiso del dueño —el país donde vive el organismo—, ya que para pedir una patente no es necesario detallar su procedencia.
Noticia realizada por:ALEJANDRO MORATILLA
Enlace:http://politica.elpais.com/politica/2015/02/20/actualidad/1424471126_742634.html

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