El Canal de Isabel II desarrolla un sensor que envía alertas
a su centro de control
Más de un año de entrenamiento para refinar el olfato, en busca de olores desagradables. Sus creadores la denominan “nariz electrónica”, aunque en realidad es una caja equipada con potentes sensores capaces de respirar sobre la superficie del agua almacenada y captar si algo va mal. El Canal de Isabel II ha desarrollado un dispositivo para analizar de forma permanente el olor en sus embalses y enviar una alerta a su centro de control en caso de detectar cualquier anomalía.
"El objetivo del proyecto es intentar medir de forma objetiva algo tan subjetivo como es el olor", explica Francisco Cubillos, subdirector de investigación del Canal de Isabel II. Esta nariz inteligente está especialmente educada para detectar en aguas embalsadas el olor que produce la geosmina, una sustancia química que desprenden algunas algas.
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